martes, 29 de septiembre de 2015

Sinergias.

Condenados a perseguir un último vestigio de culpa, un algoritmo de necesidades infundadas sin ningún tipo de control interno, nos precipitamos hacia una única idea.

La liberación.
La muerte.

Nos obliga a romper con la vida, a subyugarnos al delirio de un preso que nunca ha sido tal: Ha elegido su destino.

Puede que fuera, en el campo, podamos correr hasta fundir los metatarsos con la tierra.
Que nuestra sangre riegue las flores que mañana llevaremos a los difuntos.
Que vida y muerte se unan en un cementerio de intenciones nunca desveladas y así poder, finalmente, escapar de la desdicha.

Pero hoy toca enterrarse en subastas de sentimientos mal pagados con un agradecimiento tan inherente como inexistente. Gritar con júbilo que viva la desgracia y luchar contra una causa perdida.

Las personas sí que cambian.
Dejan su condición humana para convertirse en cadáver.

Por eso confío.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Morgue.

Tengo frío.

El típico frío de otoño, sin esa transición de temperaturas.
Tengo frío en los pies y en las orejas.
Frío físico.

Pero también tengo frío en el corazón y en la cabeza.
Tengo frío en el alma porque ayer me he dado cuenta de que cada día estoy más cerca del punto de quiebra.

Me voy a dar un gran golpe.

Me va a hacer daño.

Me voy a helar.

Y conmigo en ese día llegará la ultima glaciación.

martes, 1 de septiembre de 2015

Tinción.

Puede que no sea la más bonita, la más delgada, la más importante o la más adulta. No soy la más alegre, ni la más tranquila; me agobio, me estreso, tengo ataques de ansiedad y lloro.

Quizás sea una más.
O una menos.

Un nombre en una lista.

Caeré, porque ya he caído y he vuelto a levantarme sólo para tropezar contigo.

Puede que sea poca cosa, una niña caprichosa, una mocosa. Que para mi las tonterías no sean tal y me produzcan insomnio; que sea pesada y aburrida.

Me muerdo las uñas y mi pelo es un desastre. Como mi vida.
Un caos fortuito.

No me quiero porque no sé quererme. Nadie me ha enseñado como hacerlo.
No me gusto porque nunca le he parecido guapa a nadie. Y tampoco sé como gustarme.

Soy un cubo de Rubik al que cada día juegas, colocando color por color,
con calma,
contemplando la obra,
asegurándote de que todo está en su sitio.

No te entiendo.
No entiendo como puedes ver tantas cosas buenas en mi.
Como puedes verme y sonreír cada día.
Y besarme.
Y abrazarme.
Y decirme que me quieres.
Y recordarme lo pequeña que soy.

Porque lo soy.
Pero es que tú me vienes grande.