viernes, 5 de agosto de 2016

Retina.

No vamos a poder escaparnos.

Te oigo gritar, aunque tu garganta, aparentemente vacía, no emite ningún tipo de fonema. Las cuerdas vocales están agarrotadas y aturdidas.
Aún así, te oigo gritar.

Me ves llorar, aunque mis ojos, aparentemente vívidos, no tienen rastro de humedad. Los lacrimales están secos y agrietados.
Aún así, me ves llorar.

Nos cogemos de la mano y corremos, aunque nuestras piernas, aparentemente móviles, no hacen ningún tipo de movimiento. Las rodillas están oxidadas y tiesas.
Aún así, corremos.

Nos desquiciamos, aunque nuestra boca aparentemente sonría y bese y nuestros brazos pasen más tiempo entrelazados que agarrando la vida, sólo percibimos dolor. Nuestros poros están abiertos y nuestro vello se eriza.
Aún así, nos desquiciamos.

Duermo, aunque tenga la mirada fija en los acontecimientos que se desploman sobre mi, descanso. Mi corazón se acelera, arrítmico y empiezo a temblar.
Aún así, duermo.

Duermes, aunque tengas espasmos y des patadas, no descansas. Tu corazón late despacio, rítmico y me arrulla.
Aún así, duermes.

Te miro, aunque lleve haciéndolo todo el día, mis pupilas se ceban contigo. Mis manos te agarran. Arrimo mi cabeza a tu cuello y entonces sé que, a pesar de que el cielo se nos caiga encima, este es mi hogar.
Mi lugar favorito en el mundo.
Aún así, te miro.

Te pido auxilio, aunque diga "no pasa nada", necesito ayuda. Me he cansado del hastío, de llorar, de reír. He dejado de creer en el "todo va a ir bien" porque en lugar de soluciones sólo veo peldaños hacia el abismo,

el desenlace,
la muerte.

Aún así, por última vez, te pido auxilio.




"Nunca hagas promesas 
que no vayas a cumplir".