jueves, 12 de mayo de 2016

Conmigo.

Tras un golpe de efecto, surge.

Un torbellino de ideas, promesas, palablas se desatan y forman una red que intenta atraparme.
Sonrío. Vuelve a ser más de lo mismo.


"Tengo listo un arsenal de excusas
para el día que por fin descubras..."

Anochece. Como cada día, me tumbo y te observo. No me ves.
Sería más sensato preguntarse si en realidad alguna vez me has visto.
Me revuelvo un poco y me concentro en tus gestos.
Todavía hay algo que no encaja. Algo fuera de lugar. Un vacío en la historia.
Cambios de nombre, explicaciones innecesarias, desconfianza.

Es cierto, no sé la verdad. Pero me sé las mentiras. Todas ellas.


"...que yo ya he dejado de quererte,
y ahora estoy pensando en otra gente."

Recuerdo aquel día en el castaño.
Estaba intentando trepar lo más alto que podía para escapar de lo que estaba ocurriendo en el suelo.
Intenté esconderme tras las hojas, fracasando.
Resbalé y me quedé colgando boca abajo. Él me descubrió.
Me pasé la noche vomitando y al día siguiente, con esa falsa preocupación tan característica de su persona, me preguntó como estaba.

- Bien - dije. Mi constante. Siempre estoy "bien".
- No me mientas. Ya sabes que si hay una cosa que odio, son las mentiras.

Ahí estaba. El hombre más mentiroso que conocía, el que más mentiras (me) decía, explicándome esa letanía de nuevo.

- Es la verdad. Estoy bien - No era cierto.  Nunca volví a estarlo.


"No tengo valor para decirlo
de una forma abierta y concluyente..."

Llego tarde. Doy gracias por haberme puesto las botas. Corro y se me caen las medias.
En el punto de encuentro lo único que pienso es que no me note hiperventilar. Menos mal que hace frío porque estoy sudando.
Lo veo aproximarse sin tener una remota idea de donde ha salido. Me da dos besos, cortés.
Es muy guapo.
Coge mi mano y caminamos juntos. Le voy mirando de reojo. Llueve un poco y se agita el pelo constantemente.
Tapa mis ojos y me dirige.
Puerta.
Escaleras.
Puerta.
Pasillo.
Puerta.
Cama.
Hace una serie de preguntas. Me ve fumar. Me besa.
Sigo con los ojos tapados.
Me gusta mucho su voz. Ojalá siga hablando. Lo hace.



-Antes de nada, vamos a dejar unas cosas claras: tú no me mientas y yo no te mentiré.



Habíamos disertado abundantemente sobre la importancia de la confianza en este tipo de relaciones.
Acepto. Es lo mínimo.

Al menos lo era entonces.


"Yo nunca he querido hacerte daño.
No quiero que pienses que te engaño,..."

He tenido pesadillas toda mi vida, pero las últimas cambian de protagonista.
Las antiguas son recuerdos, hechos reales que no volverán a suceder.
En las nuevas el dolor viene de no saber si eso realmente ocurrirá,
y, en el caso de que ocurra, si algún día me enteraré del engaño.


"...no quiero que pienses que soy
lo que soy exactamente."

Me dejo la cordura -más literalmente de lo que me gustaría- buscando explicaciones,
respuestas a preguntas que nunca he hecho por ser demasiado absurdas.
En realidad no quiero saber lo que me contestarías.
Conozco la solución de determinados interrogantes y no quiero cerciorarme de que me mentirás.
Llámalo voto de confianza.
Yo lo llamo sistema de autodefensa.


"Quiero que parezca que me voy
por motivos diferentes."

Es verdad que he pensado en irme. Desaparecer, por lo menos de tu vida. Puede que después hasta de la mía.
Pero no me he escapado.
Por mucho que huyas, el suelo no parará de resquebrajarse. Hazte a la idea.

Sigo esperando a que me mires a los ojos y que me digas que confías en mi.
Que no va a haber más mentiras.
Que esté tranquila porque el posible dolor causado siempre será de manera inintencionada.
Que sabes que sufro. Por ti. Por mi. Por ambos.
Que expresarás tus sentimientos.
Que no te va a dar miedo escuchar un te quiero.
Que no te dará miedo decirlo.
Que me ves, que que sabes que estoy aquí. Que siempre voy a estarlo.

Pronúncialo.

Porque no tenía esa esperanza, pero al final has vuelto a la vida.


"Y para que no te enteres nunca....
Tengo listo un arsenal de excusas"