sábado, 31 de enero de 2015

Queroseno.

Arde y observo.
El fin se había escrito antes incluso que la propia historia.
Bebo un sorbo.
Los destellos cobrizos inundan la noche.
Los chasquidos de las llamas me relajan después del suceso.
Cierro los ojos y noto el calor.
Llevo la copa a mis labios y bebo de nuevo.
Todo ha acabado, he cumplido.
La columna de humo está haciendo llorar al cielo.
La lluvia cae sobre mi, sobre la copa, lo empapa todo.
Le he puesto fin. He sido yo quien lo ha terminado.
Nada va a volver, es difícil creérselo.
Pero sigo aquí, con el recuerdo en mi piel.
Él me está esperando.
Rompo la copa en el suelo al dejarla caer.
No le gusta que llegue tarde.
¿Cuánto tiempo aguantaré hasta que me hable?
Giro en la siguiente intersección y echo a correr sobre el asfalto.
Dientes y lenguas ocupan mis pensamientos.
Otra vez. Y otra. Y otra.
Esto, al contrario, no va a tener final.

jueves, 8 de enero de 2015

Nicotina.

La pureza del acto más desinteresado nos ha llevado a ser aves.
La cosmogonía no nos supone ninguna tara, todo es nuestro. Nos pertenece por ser incandescentes.
Y aunque tu piel sea de agua, no por eso nos consumimos.
Gira el timón, encalla en ese muro de silencio donde varan las preguntas que no quieren ser pronunciadas.
Ellas mismas temen la respuesta. O puede que todavía no llegaran a su puerto.
El aire salado cuartea mis labios.
Saben. Secan. Sangran.
Jamás pisaremos la orilla.
Jamás volveremos a ver el sol.
No hagas más que cuidar de mi boca.
Y abrázame. Sobre todo abrázame fuerte.
Y si me ahogo, que seas tú y no el mar quien me lleve.



miércoles, 7 de enero de 2015

Trufas.

Luchamos la batalla más ardua de la historia.
Sangrienta. Encarnizada,
llena de vísceras quemadas por esa hoguera que tiene adrenalina por combustible.
No te mentiré, he venido a entregarme.
No desfalleceré hasta que mi boca pruebe la tierra.
Estoy dispuesta a morir por la causa.
Aprovechando el derramamiento, bebemos por los caídos.
Nos bebemos.
La mascarada hace aparición portando antorchas de cristal.
Vuélvete. Mírame.
Quiero ver tus ojos antes de caer,
que el terremoto de tus latidos sea el epicentro de mi guerra.
Metal en la espalda.
Piel, músculo, hueso y corazón.
Me miras y sonrío mientras caes también.
Al infierno nos acompañan los inocentes.